CAPÍTULO 90: EL MONSTRUO TENÍA NOMBRE
Jonathan Kingsley
Los errores del pasado no desaparecen, se disfrazan, se ocultan en trajes caros, en acuerdos firmados con tinta, sonrisas cínicas y matrimonios vacíos. Los errores del pasado caminan por los pasillos de este hospital con tacones altos y perfume importado. Yo lo sé porque yo los ayudé a caminar.
Estoy sentado en una de las sillas junto a la máquina de café que siempre está rota. Miro por el ventanal opaco del pasillo y me cuesta entender cómo llegamos hasta acá. Cómo permití que todo esto se convirtiera en lo que es. Cómo dejé que mi propio nieto termine postrado en una cama, rodeado de mentiras, o peor aún: atrapado en ellas.
Veo a Maddison sentada más adelante. Lleva las manos apretadas sobre el regazo y los ojos fijos en el piso. No llora, no se mueve, apenas respira. Y sin embargo, hay algo en su quietud que grita más fuerte que cualquier palabra. Tiene la mirada de alguien que lo ha perdido todo y aun así sigue esperando. No