DerekDesde que desperté, hay algo en mí que no encaja. Y no hablo solo del dolor en el cuerpo o de la confusión con la que me vi rodeado por caras que supuestamente conozco, por voces que me dicen que me aman, por historias que debería recordar. No, es algo más profundo, como una grieta invisible en la superficie de lo que dicen que soy.Estoy en casa otra vez, mi casa. O eso me repiten. Vanessa insiste en que todo está como antes, que puedo tomarme el tiempo que necesite para adaptarme y estará a mi lado en cada paso, pero hay algo en sus palabras, en sus gestos, que me resulta ensayado, como si estuviera interpretando un papel, uno que se sabe de memoria.Hay momentos breves, segundos apenas, en los que una imagen me asalta. Como un destello. Un recuerdo. O una ilusión, no sé. A veces es una risa, una voz, un olor. Una habitación iluminada por la luz de la tarde y, más inquietante aún, unos ojos marrones, cálidos, dolorosamente familiares, pero no son los de Vanessa.La primera vez
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