Mi padre se lo pensó por un momento. No estaba seguro de aquello. ¿Cómo podría estarlo? Esperé que no pensara que aquello era una trampa, pero ya le había abierto las puertas de la ciudad a Ismael. Y esperé que le concediera, que el favor era necesario, lo necesitábamos.Entonces, volteó a mirarme. No miró a nadie del consejo, a ninguno de los ancianos, ni a Artemisa, que estaba a su derecha, ni tampoco a Valentín, que estaba unos metros más allá y no me había cruzado la mirada desde el principio. Me miró a mí, porque era yo quien más conocía a Ismael, era yo quien podía dar la palabra de si podíamos confiar en él o no.Así que asentí levemente, dándole a entender que sí, que era necesario, que lo necesitábamos. Yo también necesitaba aquello.Entonces, expresando un gran suspiro, mi padre asintió. — Está bien — dijo — . Voy a concederte el favor de hablar con los vampiros. Necesitamos respuestas, y esperemos que tú seas capaz de sacar de ellos lo que necesitamos. ¿Crees que seas capa
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