Regina otra vez no pudo dormir en toda la noche.Cada vez que lograba conciliar el sueño, las pesadillas la asaltaban: el dolor en el vientre, el recuerdo del hijo que había perdido.Tras despertarse llorando por tercera vez, ya no se atrevió a volver a dormir. Se incorporó, se vistió y se quedó sentada en el sofá, con la mirada perdida. Esperó a que amaneciera, pero no sentía ganas de salir, así que permaneció allí, inmóvil en la habitación.Sintió el vacío del hambre en el estómago y, aun así, llamó al servicio a la habitación para pedir algo de comer.Aún no había terminado de desayunar cuando sonó su teléfono.Era una llamada de Andrea. Contestó, y al otro lado de la línea, una voz preguntó con un aire de misterio:—Adivina dónde estoy.Regina escuchó el sonido de un anuncio de aeropuerto. Cuando escuchó las palabras "Ciudad de México", sonrió.—Ya regresaste.—Sí, acabo de bajar del avión. Recogí mi maleta y te marqué en cuanto pude. ¿Qué tal? ¿Estás libre hoy? ¿Vamos de compras?
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