—Gabriel… —comenzó Mónica—, Andrés me dijo que tú y Regi se divorciaron. ¿Es verdad?
No respondió.
Ella lo observó, fingiendo una culpa.
—Lo siento, en serio. Todo esto es por mi culpa. Ojalá nunca hubiera regresado.
—No se puede cambiar el pasado.
Su voz sonaba grave, y era claro que estaba de mal humor. Era obvio que Regina todavía le importaba.
Al darse cuenta, siguió sintiendo la envidia de siempre. Sonrió con amargura.
—Tú siempre la complaciste en todo. Por ella, hasta quisiste vetarme de la industria. Por consentirla tanto es que ella te hace estos berrinches. La gente que se sabe la preferida no tiene miedo de nada.
Hizo una pausa, bajó la mirada y su voz se tiñó de tristeza.
—En serio la envidio, todo lo que tiene… Si yo estuviera en su lugar, claro que habría cuidado el matrimonio. Sería comprensiva, te apoyaría… No te haría la vida tan pesada.
Gabriel dejó los cubiertos a un lado.
—Gracias por lo de anoche.
Mónica se quedó helada un instante. Abrió la boca para responder, pe