Las otras maestras que la habían acompañado al hotel eran verdaderas fanáticas de Sebastián Rivas, en comparación, su entusiasmo se quedaba corto.Bajo la mirada de su ídolo, se sintió avergonzada y arrepentida. Bajó la cabezaSebastián la observó, con la cara sonrojada, como una colegiala a la que acaban de regañar, y sonrió divertido.No había cambiado en absoluto.Cuando terminó de revisar todos los diseños, dijo:—Están muy bien.Regina, que estaba segura de que la iban a rechazar, levantó la cabeza de golpe al escuchar el cumplido.—¿En serio?—¿No tienes confianza en tu trabajo?Recordó las palabras de Andrea: si ni ella misma confiaba en su talento, ¿por qué la elegirían los demás?—¡Claro que confío!Con una expresión muy seria, añadió:—Si me eligen, no los voy a decepcionar.—Sí, yo también creo que eres capaz de hacerlo bien.Al escuchar eso, sintió que el corazón se le aceleraba. ¿Significaba que iban a contratarla?Esperaba ansiosa su siguiente frase, pero en ese momento l
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