Paulina—Bueno —habló el hombre, dirigiendo la mirada a Pierre—. Creo que ahora sí tiene algo que podría hacerme recapacitar sobre los negocios que me propuso, señor Moreno...El tipo me sonrió y se alejó con la misma elegancia con la que había llegado.Su perfume quedó flotando por un segundo. Su voz… aún resonaba en mis oídos.“Se ve hermosa, señorita.”—Es Moreau, imbécil —susurró mi esposo a mi lado.Pierre volvió a apretar mi rodilla con tanta fuerza que sentí las uñas clavarse. Su sonrisa seguía pintada para los demás, pero su voz, la que solo yo podía oír, se volvió hielo.—¿Quién mierda te crees para dejar que te salude así? —murmuró entre dientes—. ¿Crees que no lo noté? ¿Ese temblor en tu sonrisa? ¿Esa mirada lujuriosa?Yo no respondí.Tatiana, al lado, ni siquiera disimuló su risa.—Ay, Pierre, no seas tan duro con ella —susurró cerca de su oído, aunque lo suficiente alto para que yo escuchara—. Es joven, y no tiene esa parte de ti que tanto añora... Es normal que se le hum
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