El corazón me golpeaba con fuerza dentro del pecho. Tenía a mi bebé entre los brazos, llorando desconsoladamente, y yo… yo no podía contener las lágrimas. El miedo se me metía en la piel como veneno. Estaba en el recibidor de esa maldita casa, con las puertas cerradas a mis espaldas y dos hombres armados bloqueando cualquier salida. Y frente a mí, como si fuera el dueño del mundo, estaba Valentino. Con esa sonrisa ladeada que siempre me había hecho hervir la sangre.—Estás completamente loco —le grité, con la voz quebrada por la rabia y el terror.El bebé lloró más fuerte, estremeciéndose en mis brazos, y eso me partió el alma. Lo acuné como pude, susurrándole que todo estaría bien, aunque ni yo misma lo creía. Mis piernas temblaban, mis manos sudaban. Miré a todos lados buscando una escapatoria, pero no había nada.Valentino caminó hacia mí con paso lento, como un depredador que saborea el miedo de su presa. Cuando llegó a mi lado, me tomó del brazo con fuerza, obligándome a dar un p
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