Las ruedas del auto rechinaron ligeramente contra el pavimento desgastado mientras Evander giraba en un camino estrecho, rodeado de árboles que creaban una sombra casi impenetrable. La oscuridad de la noche era apenas interrumpida por los faros, que revelaban un taller al final del camino. La estructura era una amalgama de metal y madera, con herramientas colgando de las paredes y chispas ocasionales saliendo de un generador que parecía luchar por seguir funcionando. —Este es el lugar —anunció Evander, apagando el motor y mirando el taller a través del parabrisas. Su expresión estaba marcada por una mezcla de resignación y determinación. Asteria se inclinó ligeramente hacia adelante, tratando de ver más allá del parabrisas empañado. —¿Está seguro de que nos va a ayudar? —preguntó, su tono reflejando tanto curiosidad como incertidumbre. Evander suspiró, abriendo la puerta del auto. —No lo sé. Caleb no es el tipo más fácil de tratar, pero es el único que puede con esto. Solo
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