Asteria, incómoda por la cercanía de Ari y su comentario, intentó mantenerse tranquila. Su mano tamborileaba suavemente sobre el brazo del sofá, buscando disimular su inquietud. Lysandra, quien había estado observando la interacción en silencio, decidió intervenir. Su postura se tensó, y aunque no levantó la voz, su tono era firme como una roca. —¿Qué intentas, Ari? —preguntó, su mirada fija en él con una intensidad que congelaría a cualquiera. Ari sonrió con una fingida inocencia, levantando las manos en un gesto de rendición. —Nada en particular, detective. Solo quería ser amable. —Quizás deberías intentar otra forma de “amabilidad” que no incomode a nadie —replicó Lysandra, sin apartar la mirada de él. La tensión entre ellos era palpable, tanto que algunas personas cercanas comenzaron a lanzar miradas curiosas, aunque pronto regresaron a sus conversaciones al no querer involucrarse. Ari, al ver que no sacaría más provecho de la situación, retrocedió lentamente.
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