VladislavEl dolor era un viejo conocido. A lo largo de mis siglos de existencia, había experimentado toda clase de agonías, desde las más primitivas hasta las más sofisticadas. Había sobrevivido a guerras, a traiciones, a estacas y a fuego. Pero este dolor era diferente. No era solo físico; era algo que se extendía más allá de la carne, algo que me hacía vulnerable de una manera que jamás había experimentado.Abrí los ojos lentamente. La habitación estaba en penumbra, iluminada apenas por algunas velas. El aroma de Luna impregnaba cada rincón, mezclándose con el olor metálico de mi propia sangre. Ella estaba ahí, sentada junto a mi cama, con la mirada perdida en algún punto de la pared. No se había ido. A pesar de todo lo que había visto, de todo lo que sabía sobre mí, seguía aquí.—Estás despierto —murmuró, volviéndose hacia mí con esos ojos que parecían contener todo un universo.—Pareces decepcionada —respondí, intentando incorporarme. Una punzada de dolor me atravesó el costado,
Leer más