41. EL PENSAR DE LORENZO
—Jaque mate.La expresión de la señorita Odeth revela que no comprende del todo lo que acaba de suceder.—Pensé que yo iba ganando. Tengo más fichas que tú —dice, observando el tablero con atención.No puedo evitar sonreír ante su confusión.—Lo sé. Tuve que sacrificar algunas piezas por el bien del juego futuro. Alégrate, eso quiere decir que estás mejorando.Me lanza una mirada con un leve reproche; quizás no me cree, pero guarda silencio. Luego, su rostro palidece nuevamente y se sienta con cuidado, tomando su pañuelo con apuro.—¿Estás bien? Haré que te preparen otra infusión de hierbas. También puedo llamar al médico.—No, por favor —dice con espanto—. Eso es muy costoso. No puedo permitirme eso.No tenía intención de cobrarle la consulta médica, pero su reacción me recuerda cuán distinta es su realidad. Los pobres confían en curanderos y brebajes, no en doctores. Dudo un instante sobre cómo tranquilizarla, pero al final decido que, después de lo que hemos compartido, sentir pudo
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