Leo, Lorenzo y Joshino, vieron llegar a Lionel con los tres conejos en las manos, eso no podía ser cierto, el segundo de los trillizos no sabía cazar. — Lionel, ¿Cómo has conseguido cazar tres conejos tu solo? Nosotros apenas pudimos atrapar a uno para cenar. Eso está muy sospechoso, ¿Quién te ayudó? — Lorenzo le preguntaba a su hermano. — Yo los atrapé, soy un lobo también, ¿Qué tiene de extraño que cace una presa.... o tres? Por favor preparen esto para mí, me gusta que estén jugosos, y que lleven verduras, no me gustan mucho pero mamá siempre quiere que las comamos. — El lobezno entregó los conejos. — Cachorros, suban a que las niñeras les den una ducha y les cambien de ropa, no se van a sentar así a la mesa, sucios y con sangre de conejo. ¡Andando...! La loba ya mayor que se encargaba de la cocina, quería mucho a los lobeznos, siempre les hacia sus comidas favoritas y los consentía. (...) Leonardo, quien había entrado de nuevo almbisque dónde lo esperaba su hermano
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