Cuando regresaron a la cabaña tras su paseo por el lago, el aire fresco de la tarde parecía envolverlo todo en una calma irreal.Freddy, con su rostro de niño agotado, pero feliz, caminaba de un lado a otro, diciendo que no tenía sueño, aunque en sus ojos brillaba claramente la fatiga acumulada.—¡Quiero jugar mucho, papito! —exclamó con una sonrisa radiante, pero pronto, el bostezo traicionó sus palabras.Alfonso no pudo evitar sonreír.El pequeño había estado tan emocionado todo el día. Habían recorrido el lago en bote, disfrutado de un picnic bajo los árboles, jugado al fútbol, y el niño se había mostrado como el centro del universo. Era todo lo que había querido: su hijo feliz, su corazón lleno de orgullo.Sin embargo, el cansancio era inevitable.Freddy comenzó a caminar de manera torpe, sus pequeños pies arrastrándose.Alfonso, con una ternura que solo un padre podría comprender, lo levantó en sus brazos y lo llevó suavemente a la cama.El niño no protestó, ya había luchado lo su
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