Octavio abrió los ojos lentamente, como si despertar fuera atravesar una espesa niebla.Sus párpados pesaban, su cuerpo dolía, y una angustia desconocida le oprimía el pecho. Estaba cansado, tan cansado, como si la vida misma lo hubiese abandonado por unos momentos.La luz tenue de la habitación apenas le permitía ver con claridad, pero pronto distinguió una figura familiar junto a su cama. Era su padre, Imanol.Estaba ahí, firme, como un ancla en medio del caos. Sostuvo su mano con fuerza, con una ternura que contrastaba con el miedo que flotaba en el ambiente.—Hijo... —dijo con la voz quebrada, conteniendo un mar de emociones que amenazaban con desbordarse.Octavio no pudo responder.Las lágrimas rodaron por sus mejillas, silenciosas, desesperadas. Su garganta ardía y al intentar hablar, solo salió un sonido ronco, apenas un susurro, como si las palabras también hubieran perdido la fuerza de nacer.—No hables —dijo Imanol rápidamente, acariciando su mano con desesperación—. Cálmate,

Olivia sintió el miedo recorrer su cuerpo, una sensación profunda que la amenazaba con paralizarla. Sin embargo, se negó a ceder. Si este hombre, este monstruo de egoísmo y oscuridad, iba a destruirla, entonces antes de permitir que lo hiciera, ella iba a enfrentarlo, iba a enfrentarse a la verdad, la única arma que le quedaba. Sabía que las consecuencias podrían ser devastadoras, pero esta vez no iba a ser la víctima.El auto se detuvo frente a él y, con una mezcla de furia y determinación, Olivia salió del vehículo sin pensarlo dos veces. La ira la cegó por un instante y, antes de poder detenerse, le dio una bofetada tan fuerte que resonó en la quietud de la tarde.—¡¿Qué quieres?! ¿Has venido a destruirme? —su voz temblaba, pero no por miedo, sino por la rabia que se acumulaba dentro de ella—. ¡Bien! ¡Esta vez no me quedaré de brazos cruzados! Los Darson saben todo, todo lo que has hecho, y si intentas dañarme, ellos sabrán que fuiste tú. ¡Ellos sabrán que el culpable eres tú! Y Luc

Luego de descubrir la verdad, Olivia se encerró en su habitación. El mundo parecía un lugar más frío, más oscuro… más cruel. Sostenía la prueba de embarazo entre sus manos temblorosas como si fuese una sentencia. La miró una vez más, el símbolo positivo brillando con crudeza, como si se burlara de ella.Con lágrimas silenciosas, la guardó en el cajón de su buró y lo cerró con un golpe seco. Sus piernas flaquearon. Cayó de rodillas, apoyando la frente en la cama, buscando consuelo donde ya no lo había. Había mentido, había traicionado, y ahora… estaba sola.Una traición por miedo, por desesperación, por amor confundido. No sabía en qué momento todo se había salido de control.Entonces sonó el teléfono. El timbre la hizo sobresaltarse. Dudó en contestar, con el corazón, latiéndole con fuerza. Al ver el nombre en la pantalla, sintió que la sangre se le helaba."Octavio Darson."Por un momento pensó en no responder. Sabía que tarde o temprano debía enfrentarlo. No podía huir para siempre.

Cuando Olivia llegó a la clínica, sus pasos eran inseguros, como si cada uno pesara una tonelada.El suelo frío bajo sus zapatos desgastados no le daba ninguna seguridad; todo en su cuerpo temblaba, desde sus dedos entumecidos por el frío hasta su respiración entrecortada. La recepción olía a desinfectante, pero también a resignación, y en el aire flotaba un silencio tenso, como si todas las mujeres presentes contuvieran el mismo grito.Olivia estaba decidida a hacerlo.A decirle adiós a la pequeña vida que apenas comenzaba a crecer en su interior. No porque no lo amara. Lo amaba desde el momento en que supo que existía. Pero no se sentía digna. No se sentía capaz. No tenía un hogar, dormía en su auto desde hacía semanas.Ya nadie quería contratarla en su especialidad, no después de que su nombre saliera en las noticias por aquel escándalo. Su título universitario era ahora solo papel mojado.Se ganaba la vida como camarera en un bar donde apenas ganaba lo suficiente para no morir de h

—¡¿Quién eres para meterte?! —bramó el hombre, con los ojos encendidos de furia, la voz destilando alcohol y desprecio.Samuel no contestó. Su cuerpo ya se movía antes de que su mente pudiera detenerlo. Lo empujó con fuerza, haciéndolo trastabillar. El hombre se recompuso al instante y se lanzó contra él. En segundos, los golpes volaban entre ambos, crudos, torpes, impulsivos.—¡No! ¡¡Basta!! —gritó Olivia, horrorizada.El caos estalló como una pesadilla en cámara lenta. Gritos, empujones, el sonido sordo de los puños chocando con carne y hueso.Olivia temblaba, paralizada, viendo cómo Samuel se enfrentaba al hombre que minutos antes la había insultado, manoseado, agredido. A pesar del miedo, una parte de ella sentía alivio de no estar sola… pero otra parte, más grande, se llenaba de culpa. Ella no quería esto. No quería más violencia. No quería ser la causa de que él se destruyera.Samuel parecía tener la ventaja. Era más alto, más fuerte, más joven, pero la ira del otro era brutal, c