Mónica se quedó con el brazo extendido y con el documento en la mano, esperando ansiosamente a que Monserrat lo tomara. Sin embargo, Monserrat, envuelta en su orgullo y decidida a no darle una oportunidad, adoptó una postura prepotente, cruzando los brazos y evitando el contacto visual con Mónica. Lo sentimientos de por si, ya estaban a flor de piel, había una gran tensión que los envolvía a todos esperando los resultados de la opreació. Pero Grecia, que se encontraba en medio de ambas, no pudo evitar intervenir de nuevo a favor de su madre.—Monserrat… esta vez te voy a hablar como hermana —comenzó Grecia, con una voz suave pero firme—. Porque, aunque te niegues a aceptarlo, tú y yo llevamos la misma sangre. Por favor, dale una oportunidad a nuestra madre; al menos, dale un voto de confianza y lee el documento.Monserrat miraba de reojo a Grecia, intentando contener las lágrimas que amenazaban con brotar. Era la primera vez que Grecia se atrevía a confirmar el vínculo que las unía,
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