Capítulo 5
Ahora que lo pienso... todo se reduce a eso: Diego siempre amó a Eva. Por eso, en su mundo, nada ni nadie valía más que ella.

Mi suegra intentaba de una y otra manera hacerlo entrar en razón, le pidió que fuera a buscarme... pero él ni se movió.

Entonces, sonó el tono de un mensaje. Diego miró la pantalla, se le fue la cara de golpe y apretó la mandíbula con fuerza.

—Mamá, no insistas. Esa mujer no tiene arreglo. Está loca porque salvé primero a Eva, y ahora me sale con que quiere el divorcio. Dice que, si no echo a Eva de la casa, va a abortar al bebé. En definitiva es una maldita víbora —escupió con rabia, los ojos encendidos.

Floté hasta él, confundida, queriendo ver qué mensaje lo había puesto así. Y ahí estaba. Un mensaje enviado desde mi cuenta. Desde... mí.

Pero yo... si ya estoy muerta.

Regresé para mirar a Eva. Todo olía a que ella estaba detrás de todo. Solo alguien como Eva sería capaz de hacer algo tan retorcido.

—¡Diego! —gritó furiosa mi suegra, fuera de sí—. ¡¿Cómo pude tener un hijo tan desalmado como tú?! Si a Marina o al bebé les pasa algo, ¡te vas a arrepentir toda tu vida!

—Mamá, estás exagerando. Solo te está manipulando. Si tiene fuerzas para amenazar con algo así, es porque está perfectamente bien ¿No crees?

Me reí por dentro, una risa amarga que ni siquiera pude soltar.

Llevamos siete largos años de casados y, sin embargo, ni un poquito de confianza ni de comprensión.

—Diego, por favor... búscala. Tengo un mal presentimiento. Marina no es de hacer estes tipo de cosas... no sin razón.

La miré fijamente. A ella, mi suegra.

La única que todavía parecía recordar quién era yo de verdad.

La única que, incluso con todo lo ocurrido, me conocía más que el hombre con el que dormí cada noche durante años.

La miré y sentí cómo se me estrujaba el alma. Ya tenía tantas canas.

No pude evitar pensar: No quiero quedarme aquí. No sé cuánto más va a resistir mi alma con todo esto. Necesito ver a mi mamá. Desde que murió mi papá, ella se quedó sola. Y si se entera de lo que pasó, no sé cómo lo soportaría.

Pero por alguna razón, algo me mantenía cerca de Diego. Hay algo que me ataba, que no me dejaba ir.

Mi suegra, al final, tampoco consiguió convencerlo. Diego simplemente no fue a buscarme.
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