Mi cuerpo fue encontrado dos días después. Cuando por fin me encontraron, tenía graves heridas por toda la cara y el cuerpo. Pero mis manos... aún seguían aferradas a mi vientre, como si todavía intentaran proteger a mi pobre bebé.Al descubrir mi cadáver, los rescatistas intentaron primero contactar a mi marido. No respondió. Así que llamaron enseguida a mi madre... y a mi suegra.Mi mamá, al ver mi cuerpo, se desmayó de la pena. Mi suegra también se desplomó, incapaz de sostenerse. Ambas necesitaron atención en el lugar.Cuando por fin despertaron, fueron juntas a encargarse de mis trámites de la autopsia. Luego, llevaron mi cuerpo al crematorio.Ambas llamaron a Diego. Y él.… muy descaradamente les cortó la llamada, sin decir una sola palabra.Fue en ese momento cuando apareció Lucas. Un hombre de más de un metro ochenta, llorando como un niño frente al congelador donde yacía mi cuerpo.—Marina... yo debí haberte detenido. Nunca debí dejar que te casaras con ese desgraciado. Abrirte
Cuando llegaron al hospital, Diego estaba dándole de comer a Eva con una expresión tan dulce y entregada que parecía una tierna escena sacada de una película romántica.Los vi juntos, tan compenetrados, y aunque sentí una punzada en el pecho, ya no fue tan fuerte como antes.Supongo que morir lo cambiaba todo. Ya no me dolía tanto. Después de todo, ¿qué más podrían hacer para lastimarme?El primero en explotar fue Lucas.Al ver a Diego alimentando a Eva con tanta ternura a su querida hermanita, sus ojos se llenaron de rabia. Sin pensarlo dos veces, le dio un puñetazo directo en la cara, tirándolo al suelo, y enseguida empezó a golpearlo enloquecido.—¡Maldito! ¡Mi hermana estaba ciega de amor por ti! ¡Su cuerpo aún está en el crematorio y tú ya estás aquí tan tranquilo con esta miserable zorra! ¡No la dejas descansar en paz!Lucas estaba fuera de sí, quería matarlo a golpes. Pero Diego no se quedó atrás: devolvió los golpes, y terminaron forcejeando tan fuerte que varios médicos tuvier
Abrí aterrorizada los ojos, sin poder creer lo que estaba escuchando. —¿¡Qué mierda estás diciendo!? —gritó Lucas, con los ojos enardecidos—. ¡Marina es mi hermana! ¡Aunque no seamos de sangre, ella es quien me ha cuidado toda la vida! ¿Y tú vienes con esas porquerías?—¡Diego! —dijo mi madre, completamente sorprendida y furiosa—. Mi hija jamás te falló. Ella y Lucas no eran hermanos biológicos, pero no merecen que los insultes así.Diego los miró, esbozando una sonrisa irónica.—Ustedes sabrán si miento. Yo vi una vez a Lucas salir de la habitación de Marina... a medianoche. ¿Y qué pasó después? Un mes después, Marina quedó embarazada. Dime si es mentiras, ¿qué hacía Lucas en la habitación de su hermana a esas horas?Lo miré, helada. ¿Eso pensaba de mí? ¿Que era una cualquiera?La verdad era muy distinta. Aquella noche, tuve una crisis de gastritis aguda. Lucas fue quien me llevó al hospital. Tuve que quedarme ingresada, y él fue a casa a buscarme algo de ropa y mis cosas de aseo.Es
Los miraba con desprecio. Tan felices y, llenos de ternura. Él cuidándola con tanta dedicación. Ella, sonriendo suavemente. Y aunque ya estaba muerta, algo dentro de mí se desgarraba sin piedad. Si estuviese viva, tal vez sería solo una molestia para ellos.Y en ese momento lo supe: dejar de amar a alguien puede ser tan rápido como un parpadeo. Todo ese profundo amor ciego y obsesivo que sentí por Diego... se desvaneció en un segundo.Lo escuchaba hablarle a Eva con dulzura, susurrándole promesa tras promesa, construyendo juntos la vida perfecta de una familia feliz de tres.Pero... ¿por qué? ¿Por qué sigue doliéndome tanto? Si ya no lo amo. Si ya no quiero estar con él. ¿Por qué me duele tanto verlo?Quise irme. Quise alejarme de toda esta podredumbre.. Pero no podía. Mi alma seguía atada a él.Entonces lo seguí cuando salió del hospital. Vi cómo entraba a una tienda de productos para bebés. Compró ropita, biberones, mantas... en fin todo con una sonrisa.Y, claro, no pude evitar reco
Nunca imaginé que al día siguiente Lucas volvería al hospital. Entró en silencio, caminó directo a la habitación y agarró enfurecido a Diego por el cuello de la camisa, arrastrándolo fuera sin decir una palabra.—¿Qué te pasa? ¿Ya se te corrió la teja? —gritó descontrolado Diego, tratando de soltarse.—Tú decías que no creías que mi hermana estuviera muerta, ¿verdad? Pues hoy la vas a ver con tus propios ojos —respondió Lucas, serio, sin soltarlo ni un segundo.—¿Qué demonios estás haciendo ahora? ¡No voy a ir a donde tú quieres! —Diego trató de resistirse.—¿No que no creías? ¿Entonces por qué te niegas a ir? ¿Acaso tienes miedo, maldito?Aunque Diego se resistió, Lucas lo arrastró hasta el crematorio. Lo empujó con fuerza hasta que estuvieron justo frente al congelador donde yacía mi cuerpo.Lucas lo forzó varias veces a mirarme.—¡Mírala! ¡Mira muy bien a tu esposa para que no la olvides! ¡Así murió! Con el cuerpo lleno de heridas, pero aún abrazando a tu precioso hijo. Y mientras e
El día de mi funeral Diego se arregló como nunca. Se puso ese impecable traje negro que siempre me había encantado, el mismo que solo usó una vez en una boda y que yo siempre decía que lo hacía parecer sacado de una película. Ahora, ¡qué ironía! lo llevaba puesto para mi despedida.Lucas no quería que estuviera allí. Decía que no tenía derecho. Pero mi madre lo detuvo.—Al final... sigue siendo su marido. Legalmente, era su pareja. No podemos hacer más escándalos. Marina ya no está, por lo tanto, no merece que hablen mal de ella.Tenía razón. El funeral estaba lleno de familiares, conocidos y vecinos. Aunque ya no estuviera, no quería que hablaran de mí como si ni siquiera él hubiera venido a despedirse.Mi suegra también estuvo presente. Ya no era la mujer fuerte que conocí. Estaba encorvada, más pequeña, como si la vida le hubiera caído de golpe.Diego se arrodilló humilde frente a mi tumba y permaneció allí por un largo rato, con la cabeza baja. Pensaba que eso borraría sus pecados
Cuando Diego llegó al lugar del terremoto, Eva y yo estábamos atrapadas bajo una enorme roca.La piedra estaba tan encima de mí que ni me podía mover, sentía un dolor terrible en el estómago y algo no estaba bien con el bebé. No podía escuchar en ese momento a Eva, y la preocupación empezó a invadir todo mi ser. Aunque mi situación ya era grave, traté de calmarla poco a poco.—Eva, tranquila, tu hermano va a venir a rescatarnos pronto.Aunque Diego y yo habíamos tenido una fuerte pelea esa mañana por Eva y seguíamos sin hablarnos, en el fondo de mi corazón todavía esperaba que viniera.Después de todo, llevaba a su hijo en mi vientre. Pensaba que, aunque ya no me quisiera, al menos por el bebé iba a estar ahí.Pero tristemente me equivoqué. Subestimé lo que ambos significábamos para él.Cuando ya no había forma alguna de salvarnos a las dos, me miró seriamente y dijo, sin dudarlo dos veces:—Primero voy a salvar a Eva.—¡¿Diego?! ¿Estás seguro? No podía creer lo que estaba escuchan
Lo seguí flotando hasta el hospital, llegué hasta la habitación donde estaba Eva.La vi acostada en la cama, tan frágil e inocente, que no pude evitar pensar en mi bebé.Ese bebé tan indefenso, que creció en mi vientre durante meses... sin ser reconocido, ni amado... y que jamás tuvo la oportunidad de ver este mundo.Los miré a Eva y a Diego con una rabia infinita que me estaba comiendo por dentro.En ese instante, juro que lo único que deseaba era convertirme en un alma en pena y llevarme a esos dos malditos desgraciados directo al infierno... para que pagaran por lo que le hicieron a mi querido hijo.—¿Hermano... estás enojado conmigo? —dijo Eva con voz débil—. Si yo no hubiera estado allí, tal vez tú habrías podido salvar a Marina primero.—No pienses esas cosas —respondió afligido Diego, abrazándola con ternura, acariciándole la espalda—. Ella siempre ha sido fuerte. Ya mandé a alguien a buscarla. Puede que sufra un poco, pero no va a pasar nada grave.—Pero... ella es tu esposa. A