Silas. Unos días después, Naomi evitaba salir de su habitación y por fin tuve la oportunidad de hablar con mi hermana. —¿Ahora eres la señorita “muy ocupada”? —Me crucé de brazos, pegado a la pared de la sala. —Qué gracioso, Silas. Estoy evitando tener que ver a tu supuesta luna, ¿no es obvio? —Rodó los ojos, cambiando de canal en la televisión. —Créeme, si yo pudiera, le enseñaría por mi cuenta —bufé—. Lamentablemente, papá no aceptará ninguna orden mía hasta que nazca mi hijo. —¿Y si resulta ser niña? —Será una loba muy fuerte, entonces, superándote incluso a ti, hermanita —bromeé. Ella tensó la mandíbula y dejó de verme para concentrarse en la televisión. Movía el pie repetidas veces, estresada. —Sólo quería dejarte en claro que no molestes a Naomi. Ella es buena chica, date el tiempo de conocerla —expresé, soltando un suspiro al final. Se mofó. —No creo que pueda llevarme bien con una humana, pero si te hace sentir mejor, lo intentaré. No quiero que papá me vea como una
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