La mañana en Salvatore Corporation transcurría con normalidad. Al menos, para todos menos para Leonardo.Desde que Alexa había cruzado esa puerta el día anterior para reclamarle por el contrato, su actitud había cambiado. No había gritos, ni rabia, ni exigencias. Tampoco amenazas. Solo una calma extraña, antinatural, demasiado pensada.Leonardo lo notó desde el momento en que entró a la sala de reuniones y la vio ya sentada, con una pierna cruzada sobre la otra, su cabello recogido con precisión milimétrica y una blusa blanca impecable que dejaba ver lo justo para distraer.—Buenos días, Leonardo —dijo ella, sin mirarlo directamente.—Buenos días —respondió él, con la voz firme, aunque por dentro se tensaba.Durante la junta, Alexa no habló demasiado. Solo lo suficiente para que se notara que estaba ahí. Cuando alguien propuso una idea, ella lo miró con una sonrisa y asintió en silencio. Cuando alguien pidió su opinión, habló con voz dulce, pausada, casi hipnótica.Leonardo la observa
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