El sol ya estaba alto en el cielo, reflejándose en las aguas cristalinas que rodeaban la playa privada. Las risas, los juegos, el aroma a bronceador y la música alegre creaban un ambiente perfecto de desconexión. Pero no todos se sentían cómodos.Alanna caminaba por la orilla, en silencio, evitando mirar de frente el mar. Cada vez que las olas rompían cerca de sus pies, su cuerpo se tensaba con una rigidez que solo ella conocía. A pesar de haber sonreído y saludado con cordialidad a todos, dentro de sí la ansiedad palpitaba con fuerza. El pasado parecía susurrarle entre cada brisa marina.Entonces, lo inevitable ocurrió.—¡Pero miren a quién tenemos aquí! —se escuchó la voz aguda, cargada de sarcasmo.Todos voltearon. Alexa se acercaba, enfundada en un conjunto deportivo ajustado, con una sonrisa ladina en los labios. Caminaba con seguridad, con esa energía que buscaba siempre ser el centro de atención. A su lado, varios empleados ya empezaban a murmurar entre risas nerviosas.Alanna
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