Todos os capítulos do La tentación del maestro Harrison: Capítulo 31 - Capítulo 40
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31°
La habitación permanecía oscura, únicamente iluminada por la luz de un par de velas que rompían el manto de oscuridad y reflejaba las vestimentas blancas que adornaban los cuerpos delgados de las personas que escuchaban arrodillados y con la frente en el suelo sus propias respiraciones.La sacerdotisa de cabello rojizo estaba en frente y sostenía con los largos dedos un cuenco repleto de sangre fresca y con la punta de los ellos dibujaba sobre la pared el símbolo del círculo que simbolizaba el planeta, el triángulo dentro de él que los simbolizaba a ellos como protectores de la medialuna dentro de él que significaba la humanidad.La mujer dio un paso atrás y contempló los trazos con admiración, había nacido para completar la tarea de sus ancestros y estaba orgullosa de estar tan cerca de conseguirlo.Caminó hasta el centro de la sala donde una mujer de cabello color chocolate colgaba desnuda de los pies y con la punta del cuchillo abrió una zanja amplia en el cuello donde los restos d
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32°
Eloísa supo en ese instante que estaba pasando una de aquellas cosas que le cambian la vida a una persona, para bien o para mal, sintió como el cuerpo le disparó torrentes de adrenalina que le inundaron todos los músculos y le enceguecieron los sentidos, así que antes de que Walter pudiera acercarse lo suficiente dio media vuelto y corrió con todas las fuerzas que pudo hacia la casa de Gael que se veía a lo lejos tan lejana y distante. La lluvia aumentó con violencia exagerada y todo alrededor se volvió un caos de agua que le hacía resbalar los pies del pavimento empapado.No quiso ni pudo detenerse a pensar qué era lo que estaba pasando, ni por qué Walter la perseguía con un cuchillo, solo podía sentir el corazón acelerado golpeándole el pecho, lo sentía en los oídos y en la cabeza y también en los puños apretados.Volteó a mirar hacia atrás y vio que el muchacho estaba a punto de alcanzarla, no sería capaz de escapar, la casa de Gael aún estaba lejos y aunque lo llamara la lluvia am
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33°
Ezequiel se paró en la acera frente a la calle, desde allí, de pie, con las manos en los bolsillos, observó los restos de sangre que la lluvia no había logrado arrastrar, y por más que quiso, no pudo hacer que las lágrimas le salieran de los ojos. Ya había llorado mucho, tanto que no le quedó de otra que salir de su miseria e ir a la casa de Harrison. El hombre había insistido rotundamente en que debían encontrarse y Ezequiel quiso pensar que sabía el paradero de Eloísa.Lucas lo abrazó por detrás, desde el instante en que supieron que su hermana había desaparecido el joven empresario no se había separado de él, y Ezequiel le agradeció en silencio, era una excelente compañía y se sentía tremendamente a salvo a su lado, como si en sus brazos trigueños nada pudiera pasarle. Se giró y enterró la cara en el hueco que formaba el cuello y el hombro del hombre y aspiró el olor dulce que tanto comenzaba a gustale. Las manos cálidas de él le acariciaron la espalda.—¿Si era su sangre? —le pre
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34°
Un hombre parecido a un doctor llegó a la habitación donde estaba Eloísa, le revisó los signos y le quitó el catéter que tenía en la mano, y por más que intentó comunicarse con él el hombre pareció ni siquiera escucharla.—Ni pierdas tu tiempo —le dijo Lucía recostada en la pared mirando las pirámides —no hablan español o al menos fingen no hacerlo —Eloísa se acarició la pierna donde el cuchillo de Walter se enterró y sintió un escalofrío solo de recordarlo.—¿Qué haces aquí? —le preguntó a la muchacha delgada, parecía que estaba en un buen estado de salud, incluso a Eloísa le pareció que había subido un par de kilos. Lucía se cruzó de brazos y se sentó en el borde de la cama con su amiga.—El día que hablé contigo cuando salía del colegio vi algo —dijo, miró a Eloísa a la cara, como su temiera contarle —Harrison amenazó a la profesora de ciencias sociales con un cuchillo, Eloísa, ella lo estaba chantajeando con contarle al director su relación y él se puso mal, intenté huir, pero Víc
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35°
Lucía ayudaba a Eloísa a caminar por los corredores amplios y frescos de la casa, la pierna le dolía como el demonio con cada paso que daba y la muchacha delgadita le estaba sirviendo de apoyo.Eloísa, por primera vez desde que se había despertado en ese extraño lugar se permitió pensar en Gael, en como la había usado para alcanzar sus objetivos y eso le produjo un nudo en el pecho. Apenas estaba comenzando a entender lo que sentí por el hombre y todo se había desbaratado antes sus pies, se le había caído la máscara y ella se sintió usada.Cuando llegaron al final de uno de los pasillos, junto a la puerta había un anciano gordito, con los ojos tremendamente azules y el cabello blanco como un manto de nieve. En cuanto las vio, caminó hacia ellas y tomó el rostro de Eloísa con las cálidas manos para contemplarla detenidamente.—Si —dijo más bien para sí mismo y Eloísa se quedó paralizada —eres tal como te imaginé — se volteó de lado después de soltarla y le señaló el hombro para que ell
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36°
Gael tuvo que utilizar todas las habilidades que tenía para poder estar sentado frente al celular en medio de la sala. Llevaba dos días sin ir al colegio y estaba casi seguro que ya no volvería, no tenía sentido volver si ni Eloísa ni Ezequiel estaban ahí, y ahora ambos sabían la verdad y la farsa se le había escurrido entre los dedos como un puñado de arena. Gabriel estaba sentado frente a él y señaló el celular con gesto aburrido.—¿Qué te hace pensar que esta vez sí te devolverá la llamada? —le preguntó y Gael no contestó, nada lo aseguraba —desde que se llevó a papá has intentado esto cada vez que puedes y él no aparece —como para burlarse del pesimismo de Gabriel el teléfono sonó y Gael notó que era un número privado. Cuando contestó y reconoció la voz de Luther al otro lado se le revolvió el estómago, no sabía qué sentir, si odio por escuchar la voz del hombre que le descontroló la vida y secuestró a su padre o un poco de nostalgia por un viejo amigo.—¿Lo encontraste? —le pregu
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37°
La carnicería.Ezequiel sintió que le palpitaba con tanta fuerza el corazón que no escuchó nada más que sus fuertes latidos mientras el hombre que tenía una feroz expresión avanzaba hacia ellos. Saúl, su padre, aferró la espada con fuerza y cuando el hombre estuvo a un metro y extendió el aparato eléctrico que produjo un ruido aterrador, Saúl lanzó un tajo con la espada que le amputó dos dedos de la mano que rodaron por el piso alfombrado. El hombre cayó de rodillas al suelo gritando y Ezequiel tomó el bastón eléctrico que rodó cerca de él.El resto de los hombres se miraron, Saúl con la espada se veía amenazante y los gritos de su compañero en el suelo no ayudaban. Ezequiel volteó a mirar a su madre encogida detrás de él y le gritó:—¡Corre! —la mujer se escabulló por la puerta del pequeño museo y todos los hombres se abalanzaron sobre ellos.Saúl manejaba con estudiada habilidad la espada, según Ezequiel recordaba, había practicado esgrima de joven, y acertaba dos de cada tres zarpa
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38°
Eloísa tomó de la muñeca a Lucía y la levantó de la cama prácticamente a rastras, tenía el corazón acelerado y el dolor de la pierna le impedía caminar con habilidad, pero no le importó. —¿De qué hablas? —le preguntó la muchacha delgadita y Eloísa la tomó por los hombros. —Luther no nos vigila —le dijo ella en un susurro —solo hay un par de hombres en las entradas, pero pasé un rato buscando una salida y la encontré —Lucía parecía desconcentrada y Eloísa la vio dudar por un momento. —¿Y qué haremos allá afuera? ¿Cómo vamos a regresar? —Eloísa la tomó de la muñeca y comenzó a arrastrarla fuera de la habitación. —Ya pensé en eso, iremos a la embajada de Colombia en este país, ellos nos llevarán a casa, si no funciona, llamaré a mi padre, tiene un jet privado que puede venir por nosotras —Lucía frenó en seco y detuvo a Eloísa. —Es un viaje como de veinte horas —Eloísa retomó la marcha y la sacó de la habitación. —Sé que Gael vendrá por mí, por nosotras, sobre todo por él —llevó a L
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39°
Eloísa se sentía cansada y derrotada, de haberlo sabido, se hubiera quedado durmiendo plácidamente toda la noche, pero en vez de eso, viajaba estrecha en la parte de atrás de un auto, mojada y esposada a Lucía al señor Bob rumbo de nuevo a su cárcel de oro.Miró al anciano y se preguntó por qué las dejó hacer toda esa locura si sabía que no serviría de nada, parecía que por el mero hecho de sacar de quicio a Luther el hombre hacía cualquier cosa.Vio las luces de la casa a lo lejos, parecía que su huida había revolucionado el lugar, ya que todas las luces estaban encendidas y se veían a los hombres correr de un lado para otro.Cuando el auto entró en la casa Eloísa, que estaba al borde de la ventana, levantó la cabeza y se encontró con los afilados ojos de Luther que la miró desde el tercer piso y ella sintió un escalofrío. Se preguntó si por ese hecho perderían los privilegios que tenían, por que podían caminar por toda la casa, comer, ver la televisión, aunque no se entendiera nada,
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40°
Ezequiel estaba sentado en el suelo entre los pies de Lucas, el moreno estaba sentado en el mueble de la sala de Harrison y lo abrazaba por los hombros con la intención de calmarlo un poco.Las cosas que habían pasado en la casa habían dejado al rubio tembloroso y bastante paranoico. Después de salir llegaron a un hotel no muy caro para no llamar demasiado la atención y allí le explicó a su padre todo lo que sabía de La Carta Blanca y de que Eloísa estaba viva.—Sé que es tu padre —le dijo el hombre a Lucas —pero si ese hijo de puta intentó secuestrar a mi hija lo voy a matar —Ezequiel avanzó hacia donde él estaba y lo sacudió por los hombros.—No puedes decirle nada, papá, si él se entera que sabemos puede ser un inconveniente. Ya sabemos que Eloísa está lo más a salvo que se puede, ahora tenemos qué preocuparnos por nosotros mismos, por ahora, concentrate en tratar de recordar si el abuelo o su padre te dijeron algo sobre el tal collar —Saúl sacudió la cabeza y el cabello rubio húme
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