BaldassareLa luz del sol se filtra por la ventana y me tapo los ojos con el antebrazo. Merda, el otro lo tengo dormido por no moverlo y despertarla. Se suponía que una vez que se durmiera saldría en busca de Guido, pero me ganó el cansancio. Abro y cierro el puño; siento el cosquilleo. Azzura se voltea, se despega de mi pecho y, en el movimiento, me atrapa el brazo: sin darme escapatoria. Ahora su cuerpo me da la espalda. Me tiro encima de ella, enterrándome en su cuello, y aspiro su olor a bergamota. Puedo despertar con el brazo adormecido a diario sin ningún problema. Ni queja. Solo para poder hundir mi nariz en su piel. Y no solo eso: froto a mi amigo despierto en su trasero y reacciona meneando ese gran culo.—Buongiorno, Gazzela —susurro, rozando con mis labios su piel, de arriba abajo.No abre los ojos, pero una sonrisa se pinta en sus putos labios. Mi mano se pierde entre sus piernas, buscando su flor, y con la palma la empujo hacia mi erección mañanera.—¡Oh!, se ha despertado
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