Cuando salió del baño, Bianca se sentó en la cama, su corazón aún acelerado por la tensión del día. Las dudas y los miedos seguían nublando su mente, pero por un momento, trató de respirar profundamente y dejar todo eso atrás.En ese instante, Randall entró a la habitación. Un destello de calidez cruzó su rostro al verla sentada, como si la luz de la habitación la envolviera. Corrió hacia ella, sin pensarlo, y la abrazó con fuerza, como si la seguridad de sus brazos fuera la única cosa que importaba en el mundo.—Hola, mi amor —dijo, su voz llena de ternura, mientras le extendía una rosa roja, esa flor que había elegido especialmente para ella, como si simbolizara su amor en cada pétalo. Bianca la miró, con los ojos brillando, sorprendida por el gesto. La tomó en sus manos, y sin pensarlo, le dio un beso en los labios, un beso que significaba más que palabras.Después, con una sonrisa cálida, colocó la rosa en el florero que había en la mesa de noche, un pequeño detalle que siempre le
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