Adelina, debido a su entorno familiar, decidió mudarse sola desde hacía tiempo, así que tomó un taxi directo a su casa.Al bajar del taxi se quedó, sumida en sus pensamientos. Recordó que fue Nicanor quien la ayudó a instalarse allí, y que habían prometido que, cuando llegara el momento indicado, se comprometerían y se casarían. Ahora, al volver tras un año, todo se había convertido en una farsa, y ella era señalada como la “causante” de la desgracia familiar.Pensar en todo lo ocurrido el día anterior, la hacía sentir como si hubiese vivido una pesadilla.—¿Adelina, por fin regresaste?Apenas salió del elevador, Adelina se encontró con Eulalia en la puerta de su propio departamento. La joven lucía preocupada. Adelina frunció el ceño, con ganas de volver sobre sus pasos, pero entonces una mano la detuvo. —Adelina —era Nicanor y ella, de inmediato, intentó zafarse, pero Nicanor la sujetaba con determinación—, Eulalia y yo te esperamos toda la noche ¿No sabes que nos preocupamos?—¿Preo
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