El abuelo, después de captar el mensaje, cambió la conversación:—Esta chica acaba de regresar de un viaje de trabajo, aún no se acostumbra al cambio de horario. Belisario, ya que viniste hoy, quédate a comer con nosotros.Diciendo esto, Teodoro llamó a Pilar:—Ve a comprar algunas cosas para la comida. Adelina y Belisario comerán aquí. ¡Vamos, apúrate!Teodoro le dio a Pilar unos billetes y ella, con una sonrisa cómplice contestó:—Como usted diga, señor —y se marchó.Adelina aprovechó el momento en que Teodoro hablaba con Pilar para clavar la mirada en Belisario, intentando encontrar alguna explicación lógica. ¿Cómo era posible que él conociera a su abuelo?Belisario, notando su desconcierto, sonrió:—Señorita Mendívil, parece que le asombra mucho verme aquí.—¡Claro que me sorprende! ¿Tú en verdad fuiste alumno de mi abuelo? —Adelina no podía concebirlo del todo, porque Belisario no parecía un hombre común y corriente.Belisario arqueó una ceja, sin confirmar ni negar directamente.
Belisario entrecerró los ojos y miró las delicadas manos que se apoyaban en su pecho. Desde fuera se veía como una escena de “quiero, pero no puedo”, aunque él sabía que Adelina no era ese tipo de mujer. Notó cómo las manos de ella temblaban ligeramente, transmitiendo un cálido cosquilleo. Pero al mirar de cerca el tan maquillado rostro de ella, frunció el ceño y, levantando la mano, le rozó la mejilla:—La próxima vez no te pongas tanto polvo. No te queda bien.Al escucharlo, Adelina se indignó de inmediato y lo apartó bruscamente.—¿Estás loco? ¿Ahora vas a meterte con mi maquillaje? Si quiero ponerme una tonelada de polvo, lo hago. ¿Quién te crees para opinar?Fastidiada, se levantó:—Iré a ver qué está haciendo mi abuelo.Adelina se dirigió al estudio de Teodoro y llamó a la puerta.—Abuelo, ¿puedo pasar?—Adelante.Al entrar, vio a Teodoro de pie junto a la estantería, tomando un cuaderno de apuntes sobre temas contemporáneos. Al verla, le hizo señas con la mano.—Chiquilla, ven a
Adelina apretó los dientes y miró a su abuelo. Teodoro, con evidente incomodidad, le devolvió la mirada. Ella bufó, visiblemente molesta:—Abuelo, puedo complacerte en casi cualquier cosa, pero en esto no voy a ceder —dijo con determinación. Su matrimonio era un asunto demasiado serio; no quería otro error como el que vivió con Nicanor. Al fin y al cabo, era su felicidad de por vida lo que estaba en juego.Teodoro comprendió su postura. Su intención era que al menos se conocieran y, tal vez, surgiera algo entre ellos, pero ante la férrea negativa de Adelina, no tuvo más remedio que ceder.—De acuerdo, de acuerdo. No insistiré más, aunque Belisario es un muchacho excelente, tú…—¡Abuelo! —lo interrumpió Adelina, frunciendo el ceño—. Si sigues así, no volveré a visitarte.Ella cortó de raíz cualquier intento de persuasión.—Será mejor que salgamos; dejarlo solo en la sala no está bien.—Ay, esta niña… —Teodoro suspiró, visiblemente resignado.Al regresar a la sala, Belisario los recibió
—Señorita Mendívil, hay situaciones de las que uno no puede escapar. Si es inevitable, lo mejor es enfrentarlo. ¿No crees que tengo razón? —La voz de Belisario resonó con un matiz cargado de significado. Adelina mordió su labio inferior, comprendiendo que oponerse sería inútil.Al notar que Adelina dejaba de forcejear, Belisario aflojó el agarre.—Señorita Mendívil, suba al auto, por favor.A regañadientes, Adelina le dirigió una mirada insatisfecha antes de obedecer. Belisario esbozó una ligera sonrisa.—Abroche el cinturón de seguridad.Durante el trayecto, Adelina le dio la dirección sin ánimo alguno de entablar conversación. Apenas se limitaba a avisarle cuando él tomaba alguna calle equivocada. Belisario captó de sobra su incomodidad. Sabía que a Adelina no le agradaba su cercanía. Cuando por fin llegaron frente al edificio de ella, Belisario la observó con calma y dijo:—Lo que te propuse la otra vez sigue en pie. Si algún día lo piensas mejor, no dudes en llamarme.Adelina apret
—¿Rebajarme? Nicanor, ¿de verdad escuchaste bien lo que acabas de decir? —Adelina lo miró incrédula, con una mezcla de decepción y asombro—. ¿Acaso entiendes la magnitud de lo que estás diciendo?—Sé que te cuesta asimilar lo que pasó con Eulalia y conmigo, pero eres joven y ya encontrarás a alguien apto para ti. Adelina, además, piensa que ahora estoy convertido en tu cuñado; no quiero hacerte daño. —Al pronunciar “cuñado”, Nicanor vaciló un poco, observando a Adelina. A pesar del poco tiempo transcurrido, la notaba aún más atractiva, irradiando una fuerza que no le había visto antes.—Gracias por “preocuparte” por mí —respondió Adelina con una risa amarga—, pero te pido un favor: no vuelvas a aparecer ante mis ojos.Ella no era de las que no superan las cosas. Si bien admitía que todavía no podía afirmar que sus sentimientos por Nicanor hubieran desaparecido por completo, tampoco iba a mostrarse débil frente a ellos.—Adelina, ¿por qué actúas así? Si no congeniamos, lo mejor es separ
—¿De qué hablas? ¿Cómo puedes pensar algo así de nosotros dos? No lo hicimos por…—¡Ya basta! No quiero escuchar más excusas. Nicanor, me das asco. Vete, antes de que el poco respeto que queda por ti se desvanezca —Adelina lo empujó con fuerza, fulminándolo con la mirada—. No vuelvas a molestarme.Sin darle tiempo a reaccionar, Adelina buscó las llaves en su bolso, se apresuró hacia la puerta de su apartamento y entró, sintiendo que un minuto más frente a él la haría perder la compostura.Nicanor se quedó allí, mirando la puerta cerrada. No entendía por qué su relación con Adelina había llegado a ese punto. Aun si ya no podían ser pareja, él pensaba que su antigua cercanía y buenos recuerdos seguirían contando. Estaba seguro de que, si Adelina aún sentía algo por él, comprendería y le daría su bendición para estar con Eulalia. ¿Acaso no Eulalia le había salvado la vida en el pasado?Él había pensado compensarla, mantener una relación cordial como antes. Esperaba que Adelina siguiera si
Era lunes por la mañana en la Corporación Novaterra, momento del informe semanal, la reunión donde se resumía el progreso de la empresa. Esta era la primera vez que Adelina asistía a la junta tras haber estado un año fuera. Los miembros del directorio al verla, no pudieron evitar una breve expresión de sorpresa. Algunos ni sabían que Adelina había regresado, otros, tras enterarse del escándalo de la fiesta de compromiso, tenían una opinión muy negativa de ella.Adelina fingió no darse por aludida, tomó la documentación y se sentó en su lugar, sin expresión alguna. El presidente de la compañía y el CEO aún no habían llegado, así que en la sala sólo se escuchaban murmullos. Algunos de los directores eran de mayor edad y trayectoria, y aprovechaban su veteranía para comentar, a viva voz, lo ocurrido en la fiesta de compromiso, recreando la escena con lujo de detalles.Uno de ellos, Benjamín Monroe, con quien Adelina había tenido roces laborales en el pasado, aprovechó la ocasión para echa
Lumina InnovaciónOficina del CEO, piso 27Izan saludó a Juana Reyes y, de paso, se llevó los informes de proyectos que ella tenía. Luego tocó la puerta de la oficina del CEO.—Adelante —se escuchó una voz fría desde el interior.Izan entró y vio al hombre inclinado sobre un documento. Aunque Izan había entrado, el hombre tras el escritorio ni siquiera alzó la vista.—Señor Arciniega, estos son los reportes del mes pasado. El director Tuffin, del departamento de Finanzas, dice que el área de Relaciones Públicas sobrepasó el presupuesto y necesita su aprobación —explicó Izan con rapidez, entregándole los documentos a Belisario.Belisario frunció ligeramente el ceño y empezó a golpear la superficie del escritorio con los dedos.—No es necesario informarme de estas trivialidades. Que lo resuelvan ellos mismos. Mientras sea algo dentro de lo manejable, no tienen que reportármelo. —Echó una ojeada a los papeles y se los devolvió a Izan—. No los contraté para que me traigan problemas.—Enten