Adelina apretó los dientes y miró a su abuelo. Teodoro, con evidente incomodidad, le devolvió la mirada. Ella bufó, visiblemente molesta:—Abuelo, puedo complacerte en casi cualquier cosa, pero en esto no voy a ceder —dijo con determinación. Su matrimonio era un asunto demasiado serio; no quería otro error como el que vivió con Nicanor. Al fin y al cabo, era su felicidad de por vida lo que estaba en juego.Teodoro comprendió su postura. Su intención era que al menos se conocieran y, tal vez, surgiera algo entre ellos, pero ante la férrea negativa de Adelina, no tuvo más remedio que ceder.—De acuerdo, de acuerdo. No insistiré más, aunque Belisario es un muchacho excelente, tú…—¡Abuelo! —lo interrumpió Adelina, frunciendo el ceño—. Si sigues así, no volveré a visitarte.Ella cortó de raíz cualquier intento de persuasión.—Será mejor que salgamos; dejarlo solo en la sala no está bien.—Ay, esta niña… —Teodoro suspiró, visiblemente resignado.Al regresar a la sala, Belisario los recibió
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