En la habitación, le conté a Carlos todo sobre la enfermedad de mamá.También le hablé de la infidelidad de papá.Él se quedó paralizado, sin decir palabra.Pasó un rato antes de que, tratando de sonreír, me dijera:—Aurorita, déjame pellizcarte, debes estar en una pesadilla.—¿Cómo va a estar mamá tan enferma? ¿Y papá, infiel? Dale… Si te sientes mal, mejor duerme un poco, pero no me digas esas cosas, ¿sí? Que mi pobre corazón no aguanta esos sustos.Sentí los ojos arderme. Las lágrimas me nublaban la vista.Ojalá… ojalá todo esto fuera solo una maldita pesadilla.Ojalá al despertar, nuestra familia siguiera junta, con ese amor de siempre, todos sanos, todos felices.Pero no.La realidad no se puede ignorar. Huir no arregla nada.Me sequé las lágrimas y, con la voz débil, le dije:—Hoy fui al hospital para hacerme la prueba de compatibilidad renal… pero no soy compatible.Carlos se tensó.Me miró fijamente un buen rato… hasta que no pudo más y, pálido, miró al piso.Por fin, me pregu
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