El jefe de los guardaespaldas me dijo, con respeto:—Aurora, perdón, esos cuatro hombres eran muy hábiles y lograron escapar.Le lancé una mirada a Bruno y respondí con calma:—No pasa nada; si escaparon, escaparon. Esos cuatro también debían de ser asesinos entrenados. Que me hayas ayudado a salvar a Bruno ya fue bastante.Después de decir eso, la cara de Bruno volvió a cambiar. En su cara pálida se mezclaban la confusión, el dolor y el miedo. Aunque en el fondo quiso creer que Camila no era tan cruel, en realidad le aterraba que ella volviera a enviar gente para matarlo.Viendo a través de sus pensamientos, no dije nada más. Solo añadí con seriedad:—Está bien, Bruno, si de todos modos no ibas a creer que este intento de asesinato fue obra de Camila, de nada servía que siguiera hablando. De ahora en adelante, cuídate tú solo.Dicho eso, me di vuelta con mis guardaespaldas, dispuesta a marcharme. Pero Bruno se adelantó a detenerme.—Espera, Aurora.Le pregunté, con una sonrisa irónica
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