Todo salió según lo planeado.
Borré los mensajes, dejé el teléfono de Camila en su lugar y salí de la habitación justo cuando cesaba el ruido del agua en el baño.
Sin perder tiempo, volví a mi cuarto y me comuniqué con los dos grupos de guardaespaldas que había contratado.
El equipo de seis hombres me informó que Bruno no había salido de casa en los últimos días; se mantenía encerrado.
Les ordené vigilarlo de cerca esa noche.
Les expliqué que, alrededor de la una de la madrugada, los otros cuatro hombres iban a fingir ser asesinos enviados para matarlo, y que ellos debían ayudarme a "rescatarlo".
Después de dejar todo listo, miré por la ventana el cielo ya oscuro y no pude evitar sentirme inquieta.
Si esa noche no lograba ganarme a Bruno, todo mi plan se iba a venir abajo.
De repente, los faros de un auto iluminaron el patio. Era Carlos, que acababa de regresar.
Bajó del carro con una bolsa en la mano: los sándwiches y tacos que le había pedido.
Avanzó rápido hacia la casa, en el frío