—Mi Señora— La voz calma de Fausto devolvió su mente a la realidad, pero su cuerpo seguía tenso a causa del asombro. Sintió como sus manos comenzaban a transpirar pero intentó mantener una expresión tranquila— Disculpe la intromisión. Me imaginé que iban a pasar un buen rato aquí así que me he tomado la libertad de traer algo caliente para tomar y algo ligero para comer. Espero no interrumpir. —N-No... Para nada, Fausto. Aún no hemos comenzado. Muchas gracias. Fausto hizo pasar detrás de él a uno de los guerreros bajo su mando. "Oh... Barzin ¿Qué hace aquí este muchacho? Creí que era un guerrero ¿Por qué está realizando labores de sirviente?" Zarah lo recordaba del día del Concilio. Era un muchacho delgado de ojos verdes. No llevaba la cabeza afeitada pero si el cabello castaño muy corto. Su expresión siempre parecía distraída o asustada a ojos de la mujer. Barzin traía en sus manos una bandeja de plata en la que Fausto había preparado una tetera con una tisana de rooibos
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