Zarah clavó su mirada en el Mago. Estaba esperando alguna explicación más profunda frente a aquella negativa. No la recibió. Después de un largo silencio se resignó a preguntar.
—No entiendo ¿Por qué no hoy? ¿No me considera capaz? Ya he tenido reminiscencias antes. Además, tengo mucha tolerancia al dolor, no me importa que la práctica castigue mi cuerpo ¿O es que hay algo más que no estás revelando, Mago?
Zhadli sonrió. Nunca se consideró a sí mismo un gran maestro, pero disfrutaba del arte de enseñar. Había algo emocionante en aquella chispa de curiosidad que lograba despertar en sus aprendices.
—¿De qué trataban sus últimas reminiscencias, mi Señora?
—Bueno... —Zarah se tomó un segundo para ordenar sus memorias de aquella noche— Yo estaba en un cuerpo que no era el mío... creo ¿Eso es lo normal?—El Mago asintió—Era el cuerpo de Talayeh, la hija de Vahid. Estaba en la cima del Shanin, nunca he estado pero era tan majestuoso que lo supe enseguida. Allí vi a Xirac en su forma semihum