Perla no se enojó, sino que sonrió un poco. Su tono era serio mientras caminaba lentamente hacia Natalia. —Estoy esperando el día en que te cases con William. Dicho esto, le pasó por el lado y se fue hacia el salón, pero en una dirección contraria a la que había llegado. Natalia se quedó sola en el jardín trasero, furiosa, pateando el suelo. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Acaso la estaba ignorando? ¿Cómo podía no tomar en serio su advertencia? ¡Se las haría pues pagar! Llena de rabia, Natalia volvió al salón, pero al dar unos pasos, se topó de frente con César, que la estaba buscando. —Señor César… —¿Viste a la mujer que estaba aquí hablando por teléfono hace un momento? —preguntó, apurado. Desde el balcón, la había visto claramente, y había corrido rápido para buscarla. Sin embargo, con tanta gente en la fiesta, le tomó más tiempo del que esperaba. Además, en solo un instante, ella había desaparecido. Natalia, molesta, respondió sin darle importancia: —¿Ella? Se fue.
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