176. Al vestirse
El vapor aún flotaba en el aire, como un testigo etéreo de lo que acababa de suceder. Heinz tomó una toalla, grande y suave, y envolvió a Ha-na con cuidado, como si al cubrir su piel quisiera también protegerla de todo lo que existía más allá de esas paredes. Ella no protestó; sus ojos, oscuros y brillantes, lo observaban con una mezcla de ternura y admiración. No había palabras, pero tampoco hacía falta decir nada.Él la cargó en brazos con naturalidad, sosteniéndola como si fuera un tesoro frágil, y la llevó hasta la habitación. El ambiente allí era tranquilo, casi solemne, con una luz tenue que acentuaba las sombras y contornos. La colocó sobre la cama con suavidad, asegurándose de que la toalla permaneciera ajustada sobre sus hombros, y luego comenzó a buscar su ropa.El movimiento de Heinz era meticuloso, casi reverente. Sacó un vestido sencillo del armario, una prenda que sabía que a Ha-na le gustaba, y se giró hacia ella.La forma en que la miraba, manifestaba un fulgor en sus
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