Ante sus palabras, Máximus cerró los ojos por un instante. Lo entendía. Realmente entendía su hermano, más de lo que le gustaría admitir.― “No fuiste el único que cayó, hermano” ―respondió ― “Yo también lo hice, creí en Samael, en sus historias, en lo bien que fingió cuidarte… Eso me costó veinticuatro años sin mi hijo” ―dijo con un dolor que aún calaba en su interior ― “No luché por mi familia como debía, pasaron veinticuatro años sin que pudiera abrazarlo, no pude ver sus triunfos ni ayudarlo en sus caídas…” ―recordar todo aquello provocó que su voz se quebrara brevemente ― “Él ahora dice haberme perdonado, pero, lo veo en sus ojos, aún está dolido, mucho. A veces me siento un fracaso, hermano, no protegí a mi hijo, no protegí a mi gente… Es normal que tengan tantas dudas hacia mí” ―En silencio, como dos cachorros perdidos, Máximus y Arioch, casi al mismo tiempo, dirigieron su mirada hacia Arsen, el antiguo rey. No los veía, su mirada estaba centrada en un pequeño adorno sobre la
Leer más