—¡Vitoria! —gritaron sus padres, corriendo a auxiliarla. Pero la fuerza de aquella patada no había sido poca, y Vitoria, por más que lo intentaba, no lograba ponerse en pie.Incapaz de desquitarse con Kian, la madre de Vitoria arremetió contra la sirvienta:—Desgraciada, ¿quién te pagó para que difamaras así a mi hija?Lejos de acobardarse, la joven, dispuesta a contar toda la verdad, se aferró a la única oportunidad de obtener protección:—Señora, —dijo a Gabriela—, lo que pasa es que, antes, los padres de Vitoria no tenían ni dinero ni influencia; en la familia Benítez apenas la toleraban. Fue el año pasado, cuando el señor Álvaro los impulsó dentro de Grupo Saavedra, que empezaron a ganar respeto. Esa gargantilla de jade se la dio su suegra para que facilitara más negocios entre los Benítez y los Saavedra…—¡Cierra la boca! —gritó Vitoria, pálida de rabia.No quería que nadie descubriera los problemas que atravesaba en la familia Benítez. De puertas para afuera, sus suegros fingían
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