Los árboles parecían susurrar secretos entre sí mientras el auto de Gabriel subía por el camino sinuoso hacia la casa en la sierra. El cielo era límpido, salpicado de nubes tenues, y el aire tenía ese olor terroso que a Sophia siempre le recordaba a los cuentos de su infancia. No había señal en el celular desde hacía quince minutos, y eso, por alguna razón, la inquietaba más de lo que quería admitir.—¿Estás bien? —preguntó Gabriel, sin mirarla, con una sonrisa dibujada entre los labios.Sophia asintió, girando el rostro hacia la ventanilla para no tener que sostener el contacto visual.—Sí. Es solo que… bueno, me olvidé de avisarle a mi hermano que veníamos sin señal. A mis papás también. Vivian se va a preocupar si no le contesto.—Por eso mismo estamos acá —dijo Gabriel, con tono suave, pero firme—. Para desconectarte de todo eso. Lo necesitas, Sophie. Necesitas parar, dejar que el ruido se apague. Y ellos… ellos pueden esperar un par de días.El “pueden esperar” quedó flotando com
Leer más