Más tardeTras la partida de Luciana, Martina creyó que descansaría, pero un antiguo compañero de laboratorio —ahora asistente de su tutor— la llamó: necesitaban de urgencia un informe. Tomó la medicina, se sentía aturdida, así que decidió caminar; la facultad quedaba cerca.Al salir del edificio, descubrió que llovía. No llevaba paraguas. Esperó unos minutos, pero el aguacero no cedía; con fiebre y todo, optó por lanzarse bajo el agua para llegar cuanto antes, soñando con una ducha caliente.A mitad de camino escuchó un claxon. Un auto se detuvo a su lado; la ventanilla bajó y apareció Salvador.—¿Sin paraguas? —arqueó una ceja.—Salvador… —esbozó una sonrisa débil—. Se me quedó; son sólo un par de cuadras.—¿“Un par de cuadras”? —él chasqueó la lengua, salió del coche y, empapándose, señaló la calle—. A ver, camina esas dos cuadras; te cuento los pasos: uno…Martina rodó los ojos: solo era una forma de hablar.—Sube —ordenó él con una medio risa sarcástica. Le tomó la muñeca para ayu
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