—Tío, tengo hambre —dijo la niña, muy seria.—¿Ah, sí? —Enzo le sonrió con ternura—. Ya te estoy preparando algo rico. ¿Me esperas tantito?—Está bien.A un lado, Lucy no resistió y extendió los brazos.—Si el tío va a cocinar, ¿vienes conmigo un ratito?Alba no la conocía tanto; se le quedó mirando. Justo cuando Lucy iba a desistir, la niña le tendió los brazos.—Cárgame.—Ay… —a Lucy se le humedecieron los ojos y la apretó con cuidado, como si fuera algo frágil. Al tenerla, recordó a Luciana de chiquita.—Qué bien crecida estás —murmuró, con una sonrisa quebrada.Enzo bajó la vista hacia Kevin y le preguntó en voz baja:—¿Te dio celito?—No —Kevin negó con energía—. Papá, a mí también me gusta la hermanita. Mucho.—Bien —asintió Enzo—. Acuérdate: con Alba hay que ser bueno. Cuidarla también es tu responsabilidad.Kevin no entendió todo, pero dijo que sí:—Lo prometo, papá.Ellos dos hablaron tan quedito que Luciana no alcanzó a oír. Pero sí había escuchado, clarito, lo que Lucy y Enz
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