—Ya veo —dijo Lucy, como recordando algo—. Enzo me comentó que tenías un hermano menor. ¿Está en Canadá?
—Sí —asintió Luciana—. Pero no en Toronto, vive en Vancouver.
—Cierto, eso dijo Enzo —Lucy lo confirmó con naturalidad, como si lo supiera de antes—. ¿Está estudiando allá, no?
—Sí. —Al hablar de su hermano, a Luciana se le iluminó la voz—. Es especial. Digamos que en un área brilla tanto que la vida, que es equilibrada, le quitó un poco en otras.
Lucy frunció, preocupada:
—Escuché que no se cuidaba bien.
—Eso era antes —sonrió Luciana—. Con los años aprendió lo básico. Solo que, comparado con otros, su atención se concentra mucho en ciertas cosas.
—Me alegra —suspiró Lucy—. Tú no le llevas tanta edad… sacarlo adelante debió costarte.
—Al principio, sí —Luciana no maquilló—. Era chica y tenía que cuidarme yo y cuidarlo a él. Fue duro. Pero lo brillante que es no es por mí: es su talento.
El que descubrió su potencial fue Fernando Domínguez; que pudiera seguir tantos años fue mérito