—Y mis dulces también te los voy a guardar —dijo Kevin, acordándose de golpe—. ¡Ah! Y como vamos a la misma escuela, nos vamos a ver todos los días.
—¡Sí! —Alba se animó; separarse del “hermano” ya no le parecía tan difícil—. Hermano, adiós; me voy a mi casa a dormir.
—Está bien. Nos vemos.
Luciana subió a Alba al coche y arrancó.
Cuando el auto se fue perdiendo por la calle, Lucy soltó un suspiro de pérdida. La alegría que le había encendido el cuerpo mientras estuvo con su hija se le convirtió en una tristeza honda.
—Luciana está bien —dijo Enzo, apretándole la mano—. Es fuerte. En cualquier circunstancia, sale adelante.
—Sí —Lucy asintió despacio—. Ya creció… ya no me necesita.
“Ahora la que necesita a la hija soy yo”, pensó.
—A ver —bajó la vista hacia Kevin—, ¿cómo le dijiste a Luciana?
Kevin parpadeó.
—Hermana.
Enzo se rio por lo bajo.
—¿Y a Alba cómo le dijiste?
—Hermanita.
Soltaron la carcajada al mismo tiempo.
—Mensito —Enzo le revolvió el pelo—. Luciana es la mamá de Alba. ¿N