Alejandro tragó bilis.—Y… si era tan importante, ¿por qué acabaste con Fernando? ¿Fue amor no correspondido?Había lanzado la pregunta al azar, pero Luciana lo pensó un momento y asintió.—Mirándolo ahora, creo que sí: yo lo quería, él no a mí. Dijo que volvería por mí… y no volvió.Él apretó los labios.—¡Un irresponsable! ¡Tenía que estar ciego para no quererte!Luciana soltó una risita: aquel chico, en efecto, era legalmente ciego.—Ya pasó, Alejandro. Éramos unos críos.Pero Alejandro seguía con celos retroactivos.—¿Por qué no nos conocimos antes? —rezongó—. Serías mi esposa hace siglos, hijos y todo, sin terceras personas.Ella le dio un suave golpecito en la mejilla.—Despierta, soñador.—Oye, que técnicamente ya eras mi prometida; tendrías que haber llegado a la puerta de los Guzmán desde el día uno.Luciana puso los ojos en blanco.—¿Listo o quieres más fantasías?En eso, Alba llegó orgullosa con su dibujo.—¡Mami, tío, terminé!—¡Precioso! —corearon ambos.***Esa noche Luci
Leer más