—¿Te refieres al atropello de la moto? —Santiago reparó enseguida; había oído del caso por Salvador, aunque no lo llevaba él.
—Exacto —confirmó Alejandro.
—Si mal no recuerdo, ¿el agresor ya está en prisión?
—Sí. Fue condenado por lesiones voluntarias.
—Bien —Santiago enlazó datos—. Sé que descubrieron una cuenta offshore vinculada al ataque y que la pista se enfrió porque la dirección era virtual.
—Tal cual —dijo Alejandro.
El fiscal frunció el ceño.
—¿Y ahora? ¿Luciana ha vuelto a sentir peligro?
—No —respondió Alejandro—. Simón la protege las veinticuatro horas y no ha detectado nada raro.
Santiago apoyó los codos, meditabundo.
—Tal vez precisamente por Simón no haya “nada raro”.
Alejandro alzó las cejas.
—¿Qué insinúas?
—Escucha —empezó el fiscal—. ¿No has considerado que todo gire en torno a tu mujer?
El empresario guardó silencio; claro que lo había pensado. Fernando murió tratando de salvar a Luciana.
—Revisemos la cronología —propuso Santiago—. El primer “accidente” fue el de t