"El tiempo pasa y no pregunta", dicen. Dos semanas después, me vi con mi madre en la puerta de mi casa. Mi sorpresa fue que no venía sola sino con mis suegros. Felipe me había contado que la pelea suya con sus padres fue tan fuerte que juró no hablarles jamás. Por lo visto ellos no pensaban igual, pues acompañaron a mi madre para pedir algunas explicaciones y no solamente. "El perdón es de Dios, decía mi suegra, y hay que arrepentirse cuando uno se equivoca. En este círculo todos nos hemos equivocado en algo,pienso yo; hasta mi padre, en paz descanse, ha tenido algo que ver con lo que se nos ha ocultado a mi marido y a mi. Venía de comprar un vestido, Felipe y yo teníamos una cena pendiente. En cuanto entramos todos en la casa, lo llamé para pedirle que viniera cuanto antes, porque yo sola no sabía como afrontar todo esto. - ¿Qué pasa cariño? Estoy en medio de una reunión---habló rápido. - Te pido disculpas por la molestia, pero tienes que venir---tartamudeé. -
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