El día previo a Navidad, Elizabeth salió corriendo al ver que su familia había llegado. Como siempre, llenó de besos a su tío.—¡Espera, Lizzy! ¡Vas a tirarme! —dijo Alfonso riendo, intentando mantenerse en pie.Todos la saludaron cariñosamente. Incluso Victoria, que siempre había sido tan fría, la saludó con cordialidad.—Elizabeth, querida, me alegra verte bien —dijo dándole un beso en la mejilla.Lizzy se asombró, ante su cálido saludo.—¡Tía Victoria, muchas gracias! —exclamó, genuinamente sorprendida.Abrazó a su primo y a Laura. Estaba feliz de verlos a todos reunidos.Sabían que no debían hablar ni sugerir nada sobre la enfermedad de Alfonso. Era un tema vedado por respeto y amor.Ya dentro de la casa, Mercedes les había dejado todo listo para la cena, y junto con Elizabeth habían ambientado el lugar con luces, detalles cálidos y aroma a hogar. Todo lucía hermoso, acogedor, lleno de vida.Alfonso sintió en lo profundo del alma que había hecho bien en viajar tantos kilómetros par
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