—¡Lizzy, querida! —dijo Alfonso, tomando a la joven del brazo con familiar ternura—. Tu fiesta es espectacular. Creo que yo nunca podría haberte dado algo así.Ella besó su mano y, con una sonrisa dulce, respondió:—Tú me has dado mucho más que esto.Alfonso, fijando la mirada en el ramo de flores que aún tenía en sus manos, preguntó con preocupación:—Lizzy... ¿acaso Pablo?Ella asintió, y con un suspiro profundo añadió:—No sé cómo lo hizo, pero se las ingenió para llegar hasta mí.Los ojos de Alfonso se llenaron de lágrimas y, con voz entrecortada, dijo:—Oh, no... Lizzy, ¿todavía sientes algo por él? Si es así, jamás me perdonaré lo que te hice.—No lo sé... ya no estoy segura de lo que siento —respondió ella, vacilante—. Federico es bueno conmigo, y aunque a veces actúa como un demente por los celos, se ha ganado mi cariño…—¿Podemos encontrarnos mañana para hablar con calma? Aquí siento que Federico nos vigila constantemente. Ven, vamos a bailar —sugirió Alfonso con tono cómplice
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