Después de varias horas de viaje, llegó a su lugar de destino. Hacía mucho tiempo que no visitaba el pueblo, pero le pareció aún más bello de lo que lo recordaba.
La entrada poseía un camino arbolado que contrastaba con casitas bajas que se veían a lo lejos. Casi todas eran blancas, con techos de algún color particular. Adentrándose más en el pueblo, en las calles se podían apreciar flores en las veredas y árboles florecidos.
Había comercios y algunos hoteles pequeños; los edificios en su mayoría no tenían más de tres pisos. Era un tranquilo lugar costero, y sus habitantes en su mayoría se dedicaban a la pesca o a alguna actividad agraria. Poseía una pequeña pero hermosa playa, lugar en el que Elizabeth y su madre solían pasar tiempo.
Al no haber gran cantidad de habitantes, todos miraban el auto desconocido, y como Lizzy había bajado la ventanilla, podían ver a su hermosa ocupante, quien los saludaba amablemente. Se detuvo en un comercio para abastecerse de algunas cosas.
—Buenas tard