308. EL REY GANA LA PARTIDA
Lady Sabina de Altagracia permaneció impasible, ninguna sentencia podría revertir el dolor y las pérdidas sufridas. Con una gracia que desmentía la tormenta de emociones que debía estar experimentando, se giró hacia Javier López. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Él la observaba aún con esa mezcla de incredulidad y asombro, como si estuviera viendo un fantasma tomar forma ante sus ojos. A su lado, el joven Lord Hanriet, con su expresión de asombro apenas disipándose, asimilaba las verdades recién descubiertas. Su rostro con alivio de no ser hijo de ese monstruo. Ella avanzó hacia ellos, cada gesto cargado con la promesa de nuevos comienzos. Javier, sacudiéndose el velo de sorpresa, se adelantó para acortar la distancia entre ellos. Pero Sabina solo miraba a su débil hijo. —Hanriet —la voz temblorosa—, mi querido hijo, es hora de sanar las heridas del pasado y edificar, juntos, el futuro que nos merecemos. Cuidaré de ti con esmero y verás que
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