305. AMENAZA AL REY
A pesar de estar en desventaja numérica frente a los traidores, todos mantenían una calma sobrenatural. Era como si cada uno hubiera previsto la posibilidad de una traición y se hubiera preparado mentalmente para este momento. Sus ojos no mostraban pánico sino resolución; sus cuerpos no temblaban sino que estaban listos para actuar. La lealtad era su escudo y la esperanza su espada, y juntos, formaban un muro inquebrantable frente a la ola de deslealtad que buscaba derribarlos.
Un grupo separado del resto de los traidores, liderado por una figura que hasta ese momento había ostentado una máscara de lealtad, el ministro de justicia, se abrió paso con determinación hacia el estrado real. Sus ojos, antes llenos de deferencia, ahora destilaban desafío y poder usurpado. Con una voz que buscaba ser el martillo del golpe de estado, se dirigió al rey y a la noble familia Cavendish.
—Majestad —comenzó el ministro, su tono impregnado de una falsa solemnidad que no lograba ocultar su traició