296. PONIÉNDOSE LA ARMADURA
Con paso firme y la cabeza erguida, Lord Henry salió de la habitación hacia el destino que había trazado con precisión quirúrgica. La partida de ajedrez que había sido su vida estaba llegando a su fin y él estaba listo para dar el jaque mate. En la penumbra de la habitación, donde los secretos se guardan como reliquias, Sir Alexander Cavendish, el patriarca, se erguía como un faro de fuerza y astucia. Contrario a días anteriores estaba plenamente consciente y más alerta que nunca. Su traje era impecable, de un negro profundo que contrastaba con su cabello plateado, cada hebra un testimonio de las batallas y victorias de su linaje. Sir Alexander, con la sabiduría de un líder que había navegado las turbulentas aguas de la política y la nobleza, miraba a su hijo con una mezcla de solemnidad y orgullo. César, criado en la era de la tecnología y la innovación, se encontraba ahora ante un umbral que conectaba el pasado con el presente dinámico. —Hijo, hay algo que debo decir antes de
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