317. LA FAMILIA ES ÚNICA
Los días transcurrían para todos en paz, Fenicio leía un informe, cuando vio a su esposa con los ojos fijos en él. Mía se había quedado con el teléfono pegado al oído, incrédula ante lo que acababa de escuchar. Fenicio, al observar cómo dos lágrimas se deslizaban por sus mejillas, acudió en su auxilio. —¿Qué pasa, Mía? Dame el teléfono —dijo, y lo tomó—. Hola, soy Fenicio, el esposo de Mía. ¿Quién habla? —Señor Fenicio, le llamamos de la cárcel para preguntar si van a hacerse cargo del cuerpo de Delia y de su hija —escuchó la voz de una mujer del otro lado de la línea. —¿Cuerpo? ¿Hija? Por favor, explíquese—pidió con un tono de voz autoritario. La otra voz en el teléfono pasó a informarle que lamentablemente, la señora Delia había fallecido durante el parto. Nadie sabía que estaba embarazada y, por lo tanto, no recibió la atención adecuada. La pequeña había sobrevivido y Delia tenía a la señora Mía como contacto de emergencia. —Si ustedes no se van a hacer cargo, tendremos que
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